Uno de los inconvenientes con los que tenemos que pelearnos en metroo es la elevada frecuencia con la que se cambian de nombre los municipios en España. Seguro que no es un capricho, pero nos obliga a estar muy atentos al Boletín Oficial del Estado para poder modificar el nombre lo mas rápido posible.

Afortunadamente, el Ministerio de Política Territorial y Administraciones Públicas mantiene un listado. También tiene datos el Instituto Nacional de Estadística: un registro de cambios por años. Así, se pueden consultar las modificaciones de 2006, 2007, 2008 ó 2009.

Sea como fuere, es interesante analizar cada caso para ver a qué se deben esos cambios. Hay razones de todo tipo, pero las más frecuentes son las que tienen que ver con los idiomas regionales. Así, en 2009 se puso de moda poner nombres bilingües en navarra, aunque la valenciana es la comunidad donde más modificaciones se han registrado en la última década, normalmente para adoptar exclusivamente la forma local, que es también la más utilizada.

Hay casos muy curiosos. Así, San Joan Juan de la Enova se cambió primero a Sant Joan de l’Énova y este mismo año se ha vuelto a alterar para adoptar Sant Joanet, que sin duda es más cortito. Luego están los que primero adoptan la forma bilingüe para quedarse años después sólo con la valenciana, como ha ocurridó con la actual Xaló, antiguamente denominada Jalón, o con Calp, la vieja Calpe.

Pero no siempre se sigue ese camino. Así, el municipio alicantino de Hondón de las Nieves se convirtió hace años en Fondó de les Neus, pero parece que esta denominación no satisfacía a todo el mundo, turistas incluidos, por lo que en 2007 se adoptó la forma bilingüe Fondó de les Neus/Hondón de las Nieves. Efectivamente, todos aquellas localidades que tienen un nombre oficial con una barra en medio tienen en realidad dos, uno por cada idioma. Y los dos son legales.

Esto ocurre con cierta frecuencia en el País Vasco, donde las denominaciones euskéricas muchas veces ni siquiera se parecen a las castellanas. Es lo que ocurre con Donosti o Donostia (San Sebastián), con Arrasate/Mondragón, Agurain/Salvatierra o con Soraluze-Placencia de las Armas. A veces se producen barbaridades como la de cambiar Miravalles por Miraballes, ya que en vasco no existe la letra v.

Y también ha habido polémicas que tienen más que ver con la política que con la nomenclatura o incluso la historia. Así, hace cinco años, la Diputación de Alava, entonces en manos del PP, trató de tumbar el proyecto del Ayuntamiento de Valdegovía, controlado por el PNV, de modificar su nombre para incluir la traducción euskérica Gaubea. Hasta dos informes de la Real Academia Vasca de la Lengua tuvo que solicitar el Consistorio.

“La Diputación Foral de Álava, en su informe preceptivo, manifiesta la conveniencia de que se mantenga la denominación de Valdegovía como única denominación de la localidad”, reconocía el decreto que finalmente aprobó el cambio tras su publicación en el BOE. Sin embargo, en la misma provincia, otra modificación similar, la de Elciego, acabó paralizada por un cambio del color político del Ayuntamiento.

Otro caso de cambio ideológico es del conquense Puebla de Don Francisco, que este mismo año se ha transformado en El Valle de Altomira. Lo que ocurría es que el tal Don Francisco era un ex ministro franquista, Francisco Ruiz-Jarabo, que se ve que era de la tierra pero al que ya han dejado de tener cariño. Así que el municipio recuperó su nombre original. Esto de eliminar apellidos que rememoran al caudillo es, por cierto, muy habitual, siendo el caso más conocido el de El Ferrol, que fue Ferrol del Caudillo hasta bien entrados los ochenta.

Pero la lingüística y la política no son las únicas razones por las que se cambian los nombres de los municipios españoles. A veces también se hace para acortarlos. Es lo que se hizo en Palma de Mallorca, que desde 2008 se llama oficialmente Palma. En otros casos se alargan para incluir pueblos que otrora fueron fusionados y que hoy se reivindican: el navarro de Lizoáin se convirtió en 2009 en Lizoáin-Arriasgoiti y el madrileño de Horcajo de la Sierra es desde el mismo año Horcajo de la Sierra-Aoslos.

Un caso muy simpático es el del zamorano Corrales, que hace tres meses ha incorporado el apellido de su comarca: Corrales del Vino. Finalmente, mencionar en esta recopilación lo ocurrido en Villadecanes, provincia de León, que desde mayo de este año se llama Toral de los Vados, que es al parecer sunombre histórico.

Foto: La Mirada de Eva

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