Las enormes posibilidades de prestar servicios públicos a través de las redes de banda ancha, lo que ya se conoce como “ciudades inteligentes”, van a generar un “boom” de las infraestructuras inalámbricas y de banda ancha gestionadas por los ayuntamientos. Es al menos lo que prevé la consultora norteamericana ABI Research, que espera que el mercado pase de suponer 8.000 millones de dólares en 2010 a 39.000 millones en 2016.

¿Qué ventajas tienen estas redes? Por una parte, permiten crear espacios profesionales ultra-conectados, al mismo tiempo que aumentan la calidad de vida de los habitantes y facilitan la extensión de la e-administración y de la participación ciudadana. La prestación de numerosos servicios públicos, como el tráfico y la gestión de basuras, también pueden beneficiarse de la existencia de estas infraestructuras.

Por no hablar del suministro eléctrico, a través de lo que se conocen como smart grids o redes inteligentes. De hecho, Iberdrola ya tiene un proyecto muy importante en este campo con 80.000 viviendas de Castellón y está a punto de iniciar otro en Portugalete (Vizcaya). En lo que a ciudades inteligentes se refiere, Santander tiene en marcha una iniciativa pionera.

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