Hay quien se ha atrevido a llamarlo participación ciudadana pero últimamente se le denomina, de forma más realista, innovación abierta. Consiste en dejar que los habitantes de una localidad sugieran ideas para mejorar su entorno y para imaginarse como debería ser el futuro de la ciudad.

Esto se practica en muchos municipios españoles, especialmente desde que las tecnologías de la información han democratizado este tipo de herramientas. Y hasta Madrid se acaba de apuntar a esta “moda”. “Las propuestas ciudadanas serán consideradas con la misma atención que las de los especialistas”, asegura el Ayuntamiento de la capital.

La innovación abierta tiene dos ventajas:
– Puede dar frutos si se consigue una implicación fuerte de la población. Cuantas más personas participen mayores serán los resultados.
– Puede motivar a la población y acercarla a las instituciones y a su municipio, en la medida en que transmite la imagen de que la opinión de los vecinos es importante

Madrid no es la única ciudad que tiene este tipo de sistema. Me consta que en Barcelona hay muchas iniciativas de participación, al margen de las propias redes sociales. También es el caso de Bilbao, que tiene una web destinada a la revisión del Plan General de Ordenación Urbana en el que se admiten sugerencias.

Sea como fuere, algunos consejos que podríamos aportar para mejorar este tipo de herramientas son:
– Formación. No limitarlo a una herramienta informática. Es más importante la formación y la animación al uso que la propia disponibilidad de la web.
– Transparencia. Para que la gente participe es preciso que haya transparencia total. Es decir, que todas las ideas sean públicas y que su desestimación esté justificada. Cuanto más democrático sea este proceso, mejor.
– Premios. Hay que aportar incentivos a los ciudadanos. El mejor premio es que sus ideas sean realmente tenidas en cuenta.
– Auditoría. Para que la gente se crea la transparencia y la seriedad de la herramienta, en un momento en que la clase política está muy devaluada, es preciso que haya sistemas “civiles” que garanticen todo eso. Lo ideal es crear un consejo asesor.

Imagen: Francesco Cingolani

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