Bilbao está de moda. No tanto por sus éxitos deportivos como por lo que se ha venido a conocer como “el efecto Bilbao“. Es decir, poner en el mapa a una ciudad con la ayuda de un icono arquitectónico. La última ciudad en apuntarse a esta moda es la francesa de Metz.

El Centro Pompidou-Metz, inaugurado en 2010 en esta localidad del norte del país vecino, ha atraído a 800.000 visitantes en su primer año de funcionamiento. Y eso que las previsiones eran de 250.000. Los datos son espectaculares: su catedral ha visto un aumento de las visitas del 50%, las peticiones de información en su oficina de turismo se han doblado y los comerciantes hablan también de un significativo crecimiento de sus ventas y de la gente que come en sus restaurantes.

Tanto el caso de Bilbao como el de Metz son ejemplos de cómo las inversiones culturales se pueden traducir en beneficios económicos en forma de mayor PIB. En la capital vizcaína se repiten desde hace años los informes que demuestran que la construcción del Guggenheim se ha rentabilizado sobradamente.

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